Medicina y sensibilidad

Medicina y sensibilidad

 

Se estima que aproximadamente el 20% de la población mundial es altamente sensible. Los estudios de la Dra. Elaine Aron han demostrado que la alta sensibilidad no es un trastorno ni un diagnóstico médico, sino un rasgo de personalidad.

En medicina, cuando una característica está presente en un porcentaje significativo de la población, se considera lo suficientemente relevante como para tenerla en cuenta. Por ello, la alta sensibilidad es una condición que debe conocerse, ya que puede influir tanto en los profesionales como en los propios pacientes.

Las personas altamente sensibles tienen un sistema nervioso más reactivo, como lo demostraron los estudios de la Dra. Acevedo a través de pruebas de neuroimagen funcional. Además, actualmente existen algunas investigaciones que intentan analizar cómo esta sensibilidad puede influir en los efectos de los fármacos.

Pero en este artículo no quiero centrarme en el paciente, sino que quiero dar la vuelta a la lente y poner el foco en quien observa, analiza, diagnostica, cuida y, si puede, cura al paciente: los médicos.

Para acceder a nuestra profesión se requieren pruebas exigentes, mucho estudio, disciplina, resiliencia y un gran trabajo personal. Sin embargo, ni en la carrera ni en la mayoría de las residencias se tiene en cuenta nuestra personalidad, nuestra percepción sensorial ni nuestra reacción emocional. No hay un solo curso de gestión emocional, sino que uno debe llegar con este trabajo hecho desde casa. O, en su defecto, llevárselo a casa y gestionarlo como pueda.

Y no hablo sin experiencia: dos residencias tan distintas como Medicina de Familia y Ginecología me avalan para confirmar que necesitamos mucho más aprendizaje en la gestión personal de las múltiples dificultades que aparecen en nuestro día a día: la sobrecarga asistencial, las malas noticias, la gran cantidad de estudio pendiente si queremos seguir actualizados, los errores, las dudas y la gestión de la incertidumbre.

Dedicarse a esta profesión puede ser realmente abrumador. Y más aún si eres un profesional sanitario altamente sensible.

Pero antes de abordar cómo identificarte con este rasgo y proporcionarte recursos para mejorar tu día a día, quiero hacer un pequeño paréntesis para darte un poco de perspectiva histórica.

Hace siglos, cuando los médicos se basaban sobre todo en su intuición para cuidar a sus pacientes, una de sus principales virtudes era la de cuidar, empatizar y reflexionar profundamente sobre cómo resolver las afecciones. Por ello, existen ciertas hipótesis que sostienen que, en aquella época, ser una persona altamente sensible era una gran ventaja para ejercer la profesión. El 80% de la población se dedicaba a tareas que requerían respuestas rápidas ante el peligro, mientras que un 20% se ocupaba de pensar, gestionar y cuidar.

Me gustaría que, si sigues leyendo este artículo, reflexionaras sobre si, como médico, sigues dando importancia a los momentos de reflexión y cuidado junto a quienes te necesitan.

Parece que, con el avance de la sociedad, los médicos hemos tenido que adaptarnos a la rapidez, con agendas que incluyen más de 30 pacientes en una sola mañana. Si lo piensas, te darás cuenta de que es absurdo creer que puedes hacer bien tu trabajo si, en seis horas de consulta, debes atender más de 30 problemas (si es que los pacientes solo tienen uno).

Y si hablamos de alta sensibilidad, aquella que en su momento daba valor a la profesión, se vuelve aún más difícil gestionar esta situación con una mirada de Persona Altamente Sensible (PAS): nuestra autoexigencia, nuestra conexión con cada paciente que cruza la puerta de nuestra consulta, el escaso tiempo para escuchar y registrar objetivos, las interrupciones constantes de otros compañeros con sus dudas, la atención telemática… Día tras día, todo esto nos lleva a una sobrecarga física y mental, haciéndonos más vulnerables al estrés crónico y al burnout.

Aunque soy consciente de que gran parte de lo que acabo de escribir podría aplicarse a la mayoría de los sanitarios en la actualidad, a partir de aquí quiero dirigirme especialmente a los compañeros altamente sensibles. Aquellos con un sistema nervioso más reactivo, lo que les confiere una gran empatía, profundidad de pensamiento, atención a los detalles y una tendencia a la sobre estimulación. Aquellos que luchan por alcanzar la excelencia a costa de su bienestar emocional y físico. Aquellos que, en algún momento, se han preguntado: ¿vale la pena este sobreesfuerzo?

No estás solo. No estás sola. Somos muchos, como tú, dedicados al cuidado de los demás, que hemos tenido que aprender a autogestionarnos, a protegernos sin perder nuestra esencia, a cuidarnos para poder cuidar.

Te animo a que sigas intentándolo. No podemos permitirnos perder profesionales cuyo recurso más valioso es su sensibilidad.

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